martes, 18 de octubre de 2011

Común denominador.

“¿Por qué tanta insistencia en hallar cosas en común con otro? ¿Por qué tanto afán en deshacerse de la originalidad —o la rareza? ¿Es, acaso, la uniformidad tan necesaria? ¿Es esa la “igualdad” de la que se habla en los libros? ¿En así como la sociedad estaría contenta, haciéndonos monótonos, repetitivos, grises…?” Su rostro hizo una mueca de genuino descontento mientras el maestro seguía dando su cátedra sobre la historia del país.

Sus ojos se posaron en la mariposa en el marco de la ventana —excusa para no escuchar a su desdichado profesor— y entonces se dio cuenta: No. La sociedad no busca la igualdad, sino todo lo contrario; todos, como hombres egoístas, buscan destacar en cada cosa que hagan, buscan encabezar las listas y ser siempre el mejor, no importándole cómo o sobre quién se tuviese que pasar. Entrecerró los ojos, mirando a todos sus compañeros con cierto desdén. “¿Para eso venimos a la escuela, para convertirnos en parte de esta nación tan fría? ¡Vaya destino, vaya sistema! Orgullosamente capitalistas, ¿no?”. Apoyó la mejilla sobre el puño izquierdo e hizo un ruido de inconformidad.

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