martes, 4 de octubre de 2011

Aprobado.

Sentía los nervios a flor de piel; su mano se mantenía sobre su pecho porque tenía miedo de que su corazón se saliera; su frente sudaba y las uñas de su otra mano eran mordidas con desesperación; sus piernas no podían dejar de saltar. Estaba totalmente fuera de sí.
Cuando, por fin, la maestra dijo su nombre y miró la hoja que le fue entregada, sus músculos se relajaron, los latidos de su corazón fueron a un nivel más lento, su transpiración se hizo menos notoria y sonrió de oreja a oreja.

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